sábado, 3 de agosto de 2013

Día Cero

Era un típico día nublado. Se sentaron en aquella fría y blanca mesa, junto a la ventana de la cocina. La habitación era blanca. Toda blanca. Un blanco inmaculado dominaba el ambiente. Él había preparado el desayuno, un gesto común, mientas que ella terminaba de cepillarse el pelo y lavarse la cara para bajar.

Él colocó su notebook a su lado, la encendió y comenzó a prepararse una tostada. Unos segundos más tarde escuchó el crujir de la madera, ella estaba bajando por las escaleras. Se sentó frente a él y se sonrieron. Ella se alegró, pero luego notó un cambio en él. No dijo nada, al ver aquella cara en él sabía que ocasionaría problemas. Ella podría esperar.

Continuaron con el silencioso desayuno, él miraba atónito y confundido su notebook al tiempo que ella posaba su mirada sobre el lugar. Finalmente miró las viejas fotos colgadas en la pared. Comenzó a recordar con nostalgia como se habían conocido, aquella primera vez…



Era una calurosa noche de Enero. La obligaron a ir a una fiesta a la cual ella no tenía mayor interés en ir. Le dijeron que sería una fiesta inolvidable, que sería la mejor de su vida. No se equivocaron.

Aquella fiesta la había organizado él.  Vivía en una amplia casa de dos pisos, aunque nadie pudo conocerla, sólo el living, la cocina y el baño. El lugar donde la fiesta ocurrió era un gran cuadrado. Los muebles habían sido corridos hacia otras habitaciones para no ocupar espacio. En el living solo quedaron unas pequeñas mesitas para apoyar vasos y demás, y otro mueble donde residía el equipo de música. El living contaba con un escalón hacia abajo que dejaba una pequeña pista de baile. Habían colocado unas luces de colores que no combinaban con el suelo y los muebles que daban un aspecto rústico y rural al lugar. Los invitados llegaron puntuales excepto el grupito de ella. 

Llegó con una pobre producción sobre ella. Su maquillaje era poco, ya que no acostumbraba usarlo, y su vestido negro era corto y simple. Él había lucido su nuevo chupín blanco y camisa negra a medio abotonar para mostrar su esbelto pecho. Su pelo de color negro iba confiadamente revuelto y su rostro era decorado con una sonrisa de bienvenida.

Ella suspiró al verlo. Era muy atractivo, demasiado. Aunque ella no iba del todo producida, a él también le genero una atracción potente. Se vieron, se gustaron, se besaron y tuvieron una noche cargada de deseos y pasión. 

Desde aquella noche, comenzaron a verse y conocerse mejor. Se gustaban realmente. Sus amigas le decían que se veían enamorados y que generaban un clima tierno.

Pasaron los meses y se fueron de viaje. Brasil, México, España, y muchos otros tantos lugares. Disfrutaron de incansables viajes, de incontables noches de pasión, de años de amor, pero el día de sus vidas fue en Berlín. 


Fue una boda sencilla, donde solo los padres asistieron. Aún no contaban con amigos tan cercanos ahí en Berlín, pero no les importó. Se mudaron a una pequeña casa de dos pisos, con una blanca cocina. De un blanco inmaculado….


Ella lo miró con ternura y cautela. Revisó la hora en su celular. No le dio importancia, era sábado y tenían el día entero para ellos. Aún se sentía cálida en sus brazos, recordaba los labios mientras recorrían su cuerpo…

Un carraspeo la devolvió a la realidad. Él la miró con desconcierto, como si no fuera la mujer que él había amado con locura. Ya había visto suficientes fotos, ya había hablado con quien tenía que hablar. Giró su notebook y le mostró las fotos.

Ella no podía creerlo, no recordaba beber tanto en una fiesta. No al punto de besarse y sacarse fotos con otro hombre. No era posible, no recordaba nada de una fiesta. Sólo recordaba estar en la cama junto a su marido. Las lágrimas le quemaban los ojos. Debía ser fuerte. Él estaba equivocado, debía ser paciente.

Él comenzó a gritarle, desesperado. Ella no le respondía, si hablaba, su control se perdería. Debía ser fuerte. Mientras tanto él le pedía explicaciones, rogaba entender lo que había pasado la noche anterior.

-¡No he salido anoche! Me quedé en casa.- le dijo ella finalmente mientras las lágrimas recorrían su mejilla.

-¿Y de dónde son las fotos entonces?- preguntó él.

-Deben ser viejas, antes de conocernos.- le respondió.

-La fecha es de ayer.- le dijo entre dientes.

-Mis amigas son lentas…-  intentó decir ella mientras recordaba la noche anterior.

-No las subieron tus amigas.- se quejó él.- Me traicionaste. ¿Cómo pudiste? Te creí fiel.-

Subió las escaleras a gran velocidad. Ella se quedó quieta en la silla. Parecía estar viviendo una mala pesadilla. Pronto acabaría todo.

Él no tardo en armar un bolso con sus cosas. Se vistió con ira y bajó velozmente las escaleras. Ella lo miró confundido. Se miraron por última vez, mientras oían llover.


-Te amo.- le dijo ella.

-Lo hubieses recordado anoche.- le dijo él mientras cerraba la puerta para no volver.

Ella lloró con cuerpo y alma mientras recordaba. Recordaba ir a aquella fiesta. Lo recordaba al otro. Había sentido una muy fuerte atracción física hacia él. De piel morena, alto y con un físico trabajado. El otro le incitó beber de más, ella sabía lo que pasaría si llegaba al final. No pudo detenerse. Se besaron y se coquetearon toda la noche. El otro no dejaba de tocarla, incluso a veces ella se sentía incomoda, pero no dijo nada. Finalmente sucedió lo que nunca debió. Subieron un piso y se encerraron en un cuarto. Ella era inocente hasta entonces, y el otro se aprovechó. Ella fue débil y el otro muy fuerte. No tuvo oportunidad y se asustó al ver que el otro comenzaba a desnudarla. No pudo gritar para pedir ayuda, el otro la acariciaba de tal forma que la adormecía. Sus mimos y el alcohol la atontaron. El otro había encontrado lo que había ido a buscar.



Ella se acercó lentamente a la notebook para observar bien las fotos. Leyó el chat mientras veía con miedo y asombro la foto. Veía claramente la cara del otro y lo que había opinado  de la noche anterior. Él había tenido una versión muy distorsionada, pero claro, se lo había contado el otro, su mejor amigo.

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